mis amigas y mis tardes de galletitas y chocolatada. Recordé mi infancia toda, mi adolescencia y mi primer beso.
Caminé y sonreí sola...con la observación sorprendida de algunos pájaros. Las plantas me saludaban al pasar, acompañadas de la melodía del viento. Y los rayos del sol acariciaban mi rostro
como cuando me dijeron el primer “te quiero”.
como cuando me dijeron el primer “te quiero”.
Aprendí a agradecer a Dios por estar viva. Aprendí a reír con ganas y a llorar con todas mis fuerzas. Aprendí a lavarme la cara y a sonreírle a mis días.
Y lo que más me agrada, es que descubrí la mujer que soy en Cristo Jesús.
Es como si todo a mi alrededor me dijera “Priscila, seguí adelante y disfrutá cada momento”. Pero, si me hubieran visto hace unos años atrás, nadie podría creer en la mujer que me transformé ahora. Era malhumorada, resentida con la vida y lastimaba con mis palabras a todos los que se me acercaban.
Nunca tuve la compañía y el amor de mis padres. Ellos viajaban constantemente y me dejaban sola por varios meses. Por consiguiente, iba de casa en casa, buscando afecto, amor y compañía.
Necesitaba sentir que le importaba a alguien y, sin embargo, fue triste para mí darme cuenta de que se me iba la vida, sin tener a nadie a mi alrededor que me abrazara y besara mis mejillas.
Tenía atesorados en mi corazón todos los ingredientes perfectos para seguir lastimándome y compadeciéndome.
Sin embargo, cuando me hablaron de Jesús, entendí que no puedo culpar a nadie por no ser feliz porque mi felicidad está en Dios y en Él está mi identidad de hija.
Entendí que Jesús me estaba dando una nueva oportunidad de construir mi vida caminando junto a Él. Y, por supuesto, no dudé en entregarle todo mi ser y fue así que en el día a día, Jesús me enseñó a disfrutar y a dar las gracias por estar viva.
Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.
Salmos 37:5
Como verán, ya no soy la misma. Me atreví a tomar la decisión más acertada y sabia, que fue dejar atrás mi pasado y caminar un presente de la mano de Dios.
Sé que mi futuro no es incierto, porque en mi futuro ya está Dios.
Permitime hacerte las siguientes preguntas:
¿A quién encomendaste tu camino?
¿Quién está dirigiendo tus pasos?
¿Cuánto hace qué no caminás entre las flores, observando el
celeste cielo y escuchando el canto de los pájaros?
¿Sabés realmente la mujer que sos en Cristo Jesús?
¿Hacemos juntas esta oración?
Dios, en el nombre de Jesús te entrego hoy mis cargas.
Todo lo que me impide disfrutar la vida y poner mis ojos en Vos, lo renuncio ahora.
Estoy cansada de que las circunstancias, otras personas y hasta mis malas decisiones, sean las que dirigen mis pasos.
Yo también deseo caminar entre las flores, disfrutando a Tu lado el regalo que me das cada día al permitirme ver un nuevo amanecer.
Y al igual que Priscila, tomo la decisión de dejar mi pasado atrás y extenderme de Tu mano a un presente y a un futuro lleno de Tu amor y de Tu poder.
Sé que tenés nuevos comienzos para mí también.
En el nombre de Jesús, amén
Estoy cansada de que las circunstancias, otras personas y hasta mis malas decisiones, sean las que dirigen mis pasos.
Yo también deseo caminar entre las flores, disfrutando a Tu lado el regalo que me das cada día al permitirme ver un nuevo amanecer.
Y al igual que Priscila, tomo la decisión de dejar mi pasado atrás y extenderme de Tu mano a un presente y a un futuro lleno de Tu amor y de Tu poder.
Sé que tenés nuevos comienzos para mí también.
En el nombre de Jesús, amén
(De mi libro: Historias con nombre de mujer)
Con cariño: Tere.
Bendiciones.
que bonito
ResponderEliminarHola, muchas gracias, te mando saludos y bendiciones.
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