Que una mujer sea de mucho hablar, no quiere decir que sepa cómo
manifestar todo lo que tiene guardado en el interior de su corazón. Podemos ser
muy simpáticas y conversadoras pero tal vez no encontramos la manera de expresar nuestro dolor.
Cuando las palabras no habladas, el
llanto acumulado, el dolor y la angustia, anidan en nuestro corazón, estamos en
el comienzo de un gran problema. Porque nuestro físico comienza a enfermarse y
a deteriorarse.
Nuestro semblante cambia, nuestra
mirada se endurece, nos irritamos frecuentemente, nos cansamos más que antes,
nos constipamos, tenemos vómitos, cefaleas, vértigo, taquicardia, dolor de
huesos, de articulaciones, se nos cae el cabello, se nos deprime el alma.
Entonces comenzamos a andar por la
vida con la mirada perdida, llevando en nuestro corazón un sinfin de agonías.
Cuando no nos atrevemos a decir lo que nos pasa, es similar a esconderse dentro de un caparazón, donde nadie puede
entrar para ayudarte y donde vos ya no te animás a salir. De repente comenzamos
a estar a la defensiva y sin darnos cuenta lo único que queremos es estar
solas, para no ser otra vez maltratadas, olvidadas y como consecuencia nos
transformamos en terribles desconfiadas.
Muchas de las cosas que te estoy
compartiendo las experimenté en mi vida, hasta el punto de enfermarme física,
mental y espiritualmente.
Porque cuando callamos se nos
enferma el cuerpo, se nos desgasta el alma, se nos seca el espíritu.
Pero un día.......... ¡Me atreví a hablar!
Y no te imaginás la alegría que
invadió mi vida. Porque pude primero vencer al “qué dirán” y de esa manera ya
no me enfoqué en la opinión de otras
personas, sino que trabajé junto a Dios para restaurar mi vida.
El Síndrome de Fatiga Crónica
afecta entre tantas cosas la parte del cerebro donde funcionan tu personalidad,
tu carácter, tu estado de ánimo; así que pasé de ser muy simpática a
convertirme muchas veces en amargada y mal humorada. Pero un día comencé a
disculparme con las personas y a explicarles cuál era mi problema y cómo Dios
me estaba sanando.
Me atreví a hablar con Jorge un
montón de dolor que tenía guardado bajo llave en mi corazón. Me animé
a mirar a los ojos a las personas y me esforcé para volver a sonreír.
Algunas personas me enjuiciaron, pero hubo quienes se quedaron a mi lado y me
ayudaron y entre ellos mi hermosa familia.
¡Qué alivio tan grande sentí cuándo
me atreví a hablar por primera vez!
¡Qué emoción tan inmensa me invadió
el primer día en que me di cuenta que dentro de mi ser estaba naciendo una nueva
mujer!!
De no haber sido por el amor de
Dios, de la compañía incondicional de mi hermoso Jesús y de la ayuda en todo
momento del Espíritu Santo, hoy no estaría escribiendo todo esto.
Amiga querida, dejáme en este momento orar por vos:
Padre
amado, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, te pido que tu presencia y tu amor
inunde la vida de cada una de estas preciosas mujeres que quieren y necesitan
cambiar.
Te suplico por cada una de ellas, para que se atrevan por
primera vez en sus vidas a hablar, primero con vos y después con los demás.
Te ruego que lleguen a sentir la libertad y la paz que
sólo vos podés dar y que reciban sanidad en el
físico, en el alma y en el
espíritu.
Amén.
(Extraído de mi libro: "Ahora sé quién soy")
Con Cariño: Tere.
Bendiciones.
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