Comenzamos marzo así:

 

 

   Que una mujer sea  de mucho hablar, no quiere decir que sepa cómo manifestar todo lo que tiene guardado en el interior de su corazón. Podemos ser muy simpáticas y conversadoras pero tal vez no encontramos la  manera de expresar nuestro dolor. 

Cuando las palabras no habladas, el llanto acumulado, el dolor y la angustia, anidan en nuestro corazón, estamos en el comienzo de un gran problema. Porque nuestro físico comienza a enfermarse y a deteriorarse.

Nuestro semblante cambia, nuestra mirada se endurece, nos irritamos frecuentemente, nos cansamos más que antes, nos constipamos, tenemos vómitos, cefaleas, vértigo, taquicardia, dolor de huesos, de articulaciones, se nos cae el cabello, se nos deprime el alma.

Entonces comenzamos a andar por la vida con la mirada perdida, llevando en nuestro corazón un sinfin de agonías. Cuando no nos atrevemos a decir lo que nos pasa, es similar a esconderse  dentro de un caparazón, donde nadie puede entrar para ayudarte y donde vos ya no te animás a salir. De repente comenzamos a estar a la defensiva y sin darnos cuenta lo único que queremos es estar solas, para no ser otra vez maltratadas, olvidadas y como consecuencia nos transformamos en terribles desconfiadas.

Muchas de las cosas que te estoy compartiendo las experimenté en mi vida, hasta el punto de enfermarme física, mental y espiritualmente.

Porque cuando callamos se nos enferma el cuerpo, se nos desgasta el alma, se nos seca el espíritu.

Pero un día.......... ¡Me atreví a  hablar!

Y no te imaginás la alegría que invadió mi vida. Porque pude primero vencer al “qué dirán” y de esa manera ya no me enfoqué  en la opinión de otras personas, sino que trabajé junto a Dios para restaurar mi vida.

El Síndrome de Fatiga Crónica afecta entre tantas cosas la parte del cerebro donde funcionan tu personalidad, tu carácter, tu estado de ánimo; así que pasé de ser muy simpática a convertirme muchas veces en amargada y mal humorada. Pero un día comencé a disculparme con las personas y a explicarles cuál era mi problema y cómo Dios me estaba sanando.

Me atreví a hablar con Jorge un montón de dolor que tenía guardado bajo llave en mi corazón.  Me animé  a mirar a los ojos a las personas y me esforcé para volver a sonreír. Algunas personas me enjuiciaron, pero hubo quienes se quedaron a mi lado y me ayudaron y entre ellos mi hermosa familia.

¡Qué alivio tan grande sentí cuándo me atreví a hablar por primera vez!

¡Qué emoción tan inmensa me invadió el primer día en que me di cuenta que dentro de mi ser estaba naciendo una nueva mujer!!

De no haber sido por el amor de Dios, de la compañía incondicional de mi hermoso Jesús y de la ayuda en todo momento del Espíritu Santo, hoy no estaría escribiendo todo esto.

Amiga querida, dejáme en este momento orar por vos:

       Padre amado, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, te pido que tu presencia y tu amor inunde la vida de cada una de estas preciosas mujeres que quieren y necesitan cambiar.

Te suplico por cada una de ellas, para que se atrevan por primera vez en sus vidas a hablar, primero con vos y después con los demás.

Te ruego que lleguen a sentir la libertad y la paz que sólo vos podés dar y que reciban sanidad en el  físico, en el  alma y en el espíritu.

Amén.

(Extraído de mi libro: "Ahora sé quién soy")

Con Cariño: Tere.

Bendiciones.

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